Thursday, March 31, 2016

el leñador

Érase una vez un leñador que vivía muy bien en su pequeño pueblo.  Era un hombre de muy buen humor y carácter alegre, que siempre agradaba a todos con sus chistes y canciones cómicas.  Tenía una casa muy humilde a corta distancia del pueblo para estar más cerca al bosque y no tener que viajar mucho para cortar árboles y recoger ramas y troncos caídos.  Vivía solo, aunque tenía buenas relaciones con sus familiares y muchos amigos.  Decía que mientras no pudiera dar a una novia un traje de seda y zapatillas de oro, no la merecía.  Muchas mujeres del pueblo tenían otra opinión sobre él y sobre sus brazos fuertes, pero nadie lograba cambiarle de idea.  Muchas personas lo llamaban el alma del pueblo y decían que mientras el leñador vivía entre ellos, todos podían confiar en vivir contentos.

Un día estaba recogiendo la madera cortada el día anterior.  Tenía el hábito de pasar un día cortando, el siguiente recogiendo, y el tercero viendo a los clientes y cobrando por sus servicios.  Era tan sano y fuerte que a nadie en el pueblo le faltaba leña en todo el año, pero también dependía de su mula.  El pobre animal ya tenía muchos años; nunca había tenido otra, y aunque todavía trabajaba con ganas, se movía más lentamente que antaño.  Ese día, en la frontera del bosque, cayó muerta llevando mucha leña detrás.  Fue un momento horrible para el leñador.  Podía arrastrar la leña la corta distancia que le separaba de la leñera, pero ¿qué iba a hacer con el resto todavía en el bosque?  Y habría que buscar tiempo para cavar una fosa y enterrar a la pobre mula.  Claro que podía pedir ayuda en el pueblo.  Él mismo había hecho lo mismo por sus amigos y sus animales de carga.  Pero era un fastidio tener que dejar de trabajar el resto del día y emplear el siguiente para buscar otra mula.  Quizás podía probar con un buey.  Su primo los usaba en su granja y eran tan fuertes como mulas y más tranquilos.  A lo mejor su primo podría venderle o alquilarle uno para la temporada.  Mientras pensaba, no se dio cuenta de las nubes que cubrían el cielo con un espeso manto gris.  Al notarlo, maldijo - ¡Que me lleven los demonios!

- Cuidado con lo que dices, hijo - escuchó entonces - Nunca sabes cuándo tus deseos se cumplirán.

Se giró y descubrió a una anciana que nunca había visto en el pueblo.  Llevaba un vestido de rayas rojas y blancas y se cubría los hombros con un chal negro.  La falda no dejaba ver los piés y el chal actuaba de capucha sobre su canosa cabeza.  Tenía una sonrisa que dejaba su cara arrugada con más arrugas aún.

- Muy bien, abuelita - dijo el leñador - Tienes razón.  Pero estoy en un lio y no sé cómo voy a salir de él antes de terminar la semana.

- Ay hijo - dijo la mujer con preocupación - Cuéntamelo.  A lo mejor te puedo ayudar.

Y el leñador se lo contó, y cuando terminó la anciana salió corriendo como una niña con una risa aguda.  El leñador la miró irse casi con incredulidad por la manera de reaccionar, pero pronto recordí que tenía que mover la leña antes de que empezara a llover.  Al cabo de unas horas tenía toda a salvo en el cobertizo.  No había caído una gota de lluvia, pero tampoco se habían dispersado las nubes.  Ahora tenía que ocuparse de la mula.  Volvió al lugar, gruñiendo, y justo cuando llegó cayó un rayo enorme y azul con un chasquido y olor a hierba quemada.  El leñador tuvo que cubrirse los ojos y al bajar el brazo vió que la anciana había vuelto y ella también cubría la cara.  A su lado tenía un enorme caballo de color castaño que agitaba la cabeza y bufaba.  La anciana bajó las manos, temblando con las risas que salieron de su boca desdentada, y huyó otra vez.  El cuerpo de la mula no se encontraba en ninguna parte.  El caballo parecía un poco nervioso pero no huyó cuando el leñador se acercó y lo cogió por la crin.  Sin saber qué otra cosa podía hacer, lo llevó al establo donde había vivido la mula y el caballo entró mansamente.  El leñador se dió cuenta de que no tenía el arnés de cuero y volvió a buscarlo, oportunamente ya que en el mismo momento en que lo encontró, sonó un trueno como una bomba y empezaron a caer océanos de agua.  Maldiciendo todo el rato, el leñador corrió con el arnés al refugio de su casa.

El día después fue al bosque con el caballo para probarlo en el trabajo.  Enorme que su sorpresa cuando vio que el caballo llevó el cargamento de leña solo a casa, sin que él tuviera que guiarlo, y más enorme aún cuando volvió con la carreta vacía.  - Algún vecino habrá pasado y me ha hechado una mano - pensó el leñador.  Sin embargo, pasó lo mismo varias veces más a lo largo del día.  Cuando llegó a su casa con el último cargamento, vio que toda la leña estaba ordenada, puesta perfectamente en el cobertizo.  Se quedó mirando un largo momento mientras que el caballo, que no había dejado caer una gota de sudor a pesar de su duro trabajo, entró en el establo tranquilamente y esperó con paciencia a que el leñador le quitara el arnés.

Y todo siguió así.  El caballo podía con todo el trabajo que le daba el leñador, y hasta sabía donde hacer las entregas de leñada.  Iba solo, relinchando para que saliera el receptor u cuando éste había cogido su pedido.  Siempre había arboles y troncos perfectos para cortar sin que el leñador tuviera que entrar mucho en el bosque.  La vida parecía ir de maravilla para el hombre, tanto que finalmente pensó que podía considerar buscar una esposa.  En el festival de la cosecha, llegó con su ropa más elegante, montado el caballo.  El animal parecía entender que era una noche especial, en la que tenía que lucirse, y trotó con mucho brío y energía por las calles, agitando su cabeza para que se moviera su melena como una llama.  Aunque los habían visto muchas veces haciendo las entregas, todo el mundo los miraba pasar como mirarían a un príncipe o héroe.  Y así se sentía el leñador en esos momentos.  Siempre había sido atractivo para las chicas, pero ahora todas lo miraban con ojos ardiendo con un deseo profundo y casi mágico.  Al final de la calle, la hija del médico del pueblo estaba esperando.  Era una chica muy guapa, algo mayor de la edad normal de las novias, por las preocupaciones de sus padres en encontrar a un yerno que la cuidara como ellos querían.  Al final se habían dejado convencer por un ganadero rico que les prometió que por lo menos siempre tendrían los productos del ganado y nunca sufriría hambre, ni sed, ni frío en su casa.  Pero la boda iba a tener lugar en la primavera.  La bonita muchacha seguía soltera la noche del festival.  Se acercaron caballo y jinete.  El fuego de la hoguera no estaba tan rojo ni tan caliente como las mejillas de la chica que los miraba.  El leñador la cogió de la mano y la subió a la silla con él.  Dando un salto increíble, el caballo voló por encima de la hoguera, cruzó el campo de la fiesta y los tres se desvanecieron en las sombras de la noche, dejando a los demás asombrados y temerosos por su seguridad.

No volvieron hasta pasados 24 horas enteras.  Sus caras estaban verdiblancas y sudorosas como las de los mareados.  El caballo era tan bonito y fuerte como siempre aunque sus cascos estaban cubiertos de un barro extraño, rojizo, lleno de bichos raros de aspecto terrorífico.  El leñador dejó a la chica en la puerta de la casa de sus padres y él volvió a la suya con el caballo.  Ninguno de los dos hablaron nunca de lo que pasó mientras estaben galopando por tierras desconocidas.  La chica se recuperó, más o menos, y en la primavera se casó con el ganadero como era previsto, pero antes le sacó la promesa de llevarla lejos del pueblo.  Así hizo, pudiendo adquirir los derechos de pasto en una zona dos pueblos más al sur a cambio de los suyos, y en el pueblo más cercano a los nuevos pastos el primo de la mujer del médico les alquiló una casa señorial.  Poco tiempo después, los padres de la novia se apresuraron para llegar a tiempo de ver nacer a su nieto.  Nunca más volvieron.  Mandaron empacar todas sus pertenencias y enviarlas fuera pero nadie logró sacar a los obreros el destino.  Rumores empezaron a llegar de que la chica había dado la luz a un demonio o monstruo con cabeza de caballo o cola de león o patas de cabra, o semejante ridiculez.  Las gentes del pueblo no creían los rumores pero tampoco querían hablar mucho del asunto, ya que el médico había sido un hombre muy respetado.  La famila del médico también dejó su nuevo pueblo y nadie dio con ellos en todo el país.  Simplemente desaparecieron.

El leñador se quedó en el pueblo con su caballo magnífico, pero no asistió a ningún festival después de aquél con la hija del médico.  Dejó sus relaciones sociales, solo hacía su trabajo.  El caballo seguió trabajando anõs después como el primer día que apareció sin perder nada de su fuerza y vigor.  El leñador envejecía, aparecieron canas en su cabello y arrugas en su cara.  Siempre rechazó ofertas de ayuda por parte de los jovenes del pueblo, y misteriosamente nadie más lograba vivir del bosque como él.  No perdía clientes, más bien los ganaba al ritmo que crecía el pueblo y se constrían más casas.  Claro que varios emprendedores lo intentaron, pero sufrieron accidentes, no lograron encontrar buena madera, o enfermaron en seguida.  En otros pueblos se decía que el leñador era brujo y el caballo era su familiar, pero nadie en su pueblo hacía caso de tal estupidez.  Un día no llegó con la entrega como siempre y un par de chicos fueron a sus casa para ver si estaba bien.  Lo encontraron en su cama, pálido, frío, y muerto sin lugar a dudas.  Buscaron el caballo y encontraron huellas saliendo del establo en dirección al bosque pero que desaparecían antes de llegar.  Después de la muerte del leñador, el pueblo empezó a pasar frío.  Nadie podía encontrar leña como él había hecho, y entregarla incluso en medio del gélido invierno, ni siquiera tres leñadores lograron abastecer a los clientes.  Poco a poco, la gente se iba mudando a otras partes y el pueblo iba disminuyendo, y al final no quedó nada más que unas casas casi en ruinas y gatos y perros salvajes.

Los viajeros evitaron las ruinas diciendo ver sombras de un caballo enorme con un hombre fuerte a sus espaldas, y lo que parecía una anciana que aplaudía y se reía con el sonido del viento en las hojas secas.

Tuesday, March 29, 2016

Mattering

When we think about what we want in life as human beings, we often come up with varied but similar answers.  People say they want to be successful.  Others say they want to be loved.  Still others just want to be happy.  These might seem to be related, but different goals, but perhaps there is another thing that knits them all together into one human desire: mattering.  Philosopher and novelist Rebecca Goldstein has been credited with the idea of the "mattering map" as part of one of her novels, a network of the connections we have with other people and what we feel their connections to us should be.  We want to be important to others in meaningful ways, which can lead to or be the consequence of success, being loved or being happy/satisfied with life.  A further extension of mattering is that one becomes, in a sense, immortal.  If a person matters, that person's name and actions are remembered and "live" on in the memory of human history.

What does being successful have to do with mattering?  A person who is successful accomplishes things - goals are met, targets achieved, awards racked up.  One can be successful financially or socially without being both, but success does mean a certain public recognition and appreciation of what one does.  Why does that matter?  The financially successful person can help others by donations or by mentoring.  Lives can be improved through that person's influence.  We remember those who make our lives better with admiration, and they take important places in our minds.  They matter to us.  Somebody who succeeds socially may not have the monetary power to enact improvements, but can influence others to do so.  An example to follow matters for many people, whether there is a personal relationship or not, so a successful person can be fairly certain of mattering.

Being loved seems like a synonym to mattering, although we must remember that there are different types of love.  English is not very precise in this area.  A number of details of the loving relationship go into actually mattering, such as appreciation, much like with success.  However, a loved one is also respected and supported in times of difficulty, something that a successful person might not be by everyone aware of that person's existence.  It is not only the physical presence of the loved one that is important, but also the mental and emotional state, whether by our side or not.  We often claim to love people, but pay no attention to them, belittle them, ignore them, and even deliberately harm them, perhaps under a misguided sense of "tough love" being necessary.  Our loved ones may make bad decisions that we clearly see and we want to help them avoid those decisions, but in imposing our own desires for them on top of them, we show them that they do not matter.  Their experiences, their desires, their personal autonomy are not important factors in their existence, since we deny them the right to these things.  A person who is loved is a full person, not an extension of whoever might love them.  Knowing that one matters to others as a complete human being and not a two-dimensional bit player in somebody else's play of life is the basis of feeling loved.  Other, perhaps more practical, relationships can be forged, of course, but the participants might not matter as individuals so much as their roles matter.

The connection between being happy and mattering could be a little looser than in the previous cases.  Many people believe themselves happy with little to no responsibility to, or contact with other people.  A satisfying, pleasing life is one in which the person is completely immersed in nature or their own experiences of the world, without the need to pay attention to the necessities of others.  Considering the definition we have given mattering, how can that sort of life possibly matter?  Another aspect of mattering can be making a difference in the world.  Not everyone has to be surrounded by other people in order to make a difference, although the rest of us do have to be aware of the existence of these hermits.  People spend their lives in a certain amount of isolation, pondering reality, doing experiments and research, creating beneficial spaces and lifestyles that can be emulated.  This goes back to the idea of immortality.  Even after a life apart from the rest of humanity, a person can matter if their ideas are found interesting and useful.  The persona is kept in the minds of the living, becoming a hero, legend, a saint, even a god.  A person who matters leaves a mark on reality.  A person who matters leaves echoes all through the tunnel of time.  As Goldstein has pointed out, people want to matter even more than they want to live, which allows people to choose to be martyrs rather than preserve their biological lives.  In this way, without the influence of their human failings, they might matter even more.  What happier end than that?

Anyone we develop a relationship with matters to us in some way.  We might assume that we matter in the same way to those people, providing the same benefits we feel we provide to them.  There are clashes that may arise, when one party does not provide those benefits, sometimes out of selfishness, other times through a misunderstanding of the place of the relationship on the mattering map.  We believe we have universal values, but often reject the interpretation of them by others.  We also insist that variations in value systems are not natural or proper, in need of restructuring rather than a widening of our own perspective.  Perhaps a better understanding of what matters to us may aid us in developing a more just society and fostering the values we claim we hold.

Saturday, March 26, 2016

on the weekend of rising

For this weekend it seems appropriate to have a beer to wake you up, as well as being from the land of the rising sun.  (See what I did there?)  I have tried Hitachino Ginger Beer in the past, and found it acceptable if not perfect for a different season.  A good stout can always win me over tho, and a good many coffee stouts have that little something extra that makes them desirable.   The hour is changing here this weekend too, so even if it's just a placebo effect, the caffeine should help me keep my waking balance.
Yoo hoo!
You have to get a bit close to it, but the smell of stout is definitely present, as well as some milky sweetness.  Not exactly espresso, that.  The beer itself is practically black and the head a nice toasty brown.  More espresso-ish.  At first it's more like mocha espresso, very smooth and a touch chocolatey sweet, but a rush of bitter comes up as soon as you get used to the first taste.  Still, a silky bitter, nothing shocking.  It's a beer that maintains its balance from start to finish, without becoming syrupy, over-bitter, or sour.  There is a bit of sediment in the bottom of the bottle, something to watch out for when finishing it up, but the beer itself can't be easier to drink.  Like a silk...espresso.
Mornin'! (I won't say tomorrow)


Supplier: Birra y Paz
Price: €4.15

Saturday, March 19, 2016

give me strength

Cibeles is one of the first craft beers of the area, and one of the companies with the greatest variety of products.  Sadly, they only come out a few at a time, so unless your favorite is one of the basics you might find yourself out of luck.  A lot of special beers and limited editions come out, one of which would be the Strong Ale, in an aggressive looking bottle.
Lemme out!
Toasty brown and tasty looking, although somewhat lacking in head.  There's an apple kind of smell, making the comparison to cider inevitable.  There's even a little tartness in the taste that could be from apples, although it's definitely bitter and beery.  It is a strong beer at 10%, and the flavor has the buzzy note of alcohol underlying it.  Although refreshing, it's a little bit sticky, probably in need of a balance of flavors from some savory snack.  A nice bowl of pretzels does sound good about now.

Supplier: Prost Chamberí!
Price: ~€3.30

Thursday, March 17, 2016

now that's my beer


Arrogant bastard that I am, I thought I could just breeze in somewhere and pick up an Irish beer for St. Patrick's Day, but of course it was not to be.  I guess I could have gone industrial at the supermarket, but that felt a little too much like giving up.  Arrogant Bastard at least gave me comfort that I'm not the only one to enjoy my bastardy bastardness.  It's from California, but we kind of celebrate louder than the Irish on their patron's day anyway.  If it were whisky barrel aged it would be even better, but I guess bastards can't be choosers.
Whaddaya lookin'at?
This attitude is disturbingly familiar and comfortable
There's a hopeful whiff of porter-like sweetness, but that must be from the bourbon.  It's a nice dark ale though, with a toasty brown color and beige-ish head.  I'm pleasantly surprised to find it isn't very sweet, in fact - really it's a woodier and more bitter flavor, more fitting for typical ales.  Just at the end of the swallow, there is a peep of high alcohol sweetness, but it's a quick whisper and gone.  There's a slow build up of the bourbon flavor as the glass empties, being unmistakable about a third of the way down.  It's a nice counterpoint to the ale, not being cloying or excessively fruity.  It does stick to the roof of your mouth, though.

Supplier: La Buena Cerveza
Price: €8.45

Saturday, March 12, 2016

pre-π

The fine, pipe-smoking gentleman, who appears to be wearing a burglar's mask, beckoned.  Is that for me?  A dark session ale, you say?  Well, why not give Ilkley Black a try.  I've been known to give the dark beers more consideration than others.  It's not quite a stout, but a black ale can also be quite a treat in the evening.  Of course, I should have looked at the label more closely before I walked out with it, since it warns of licorice, which I do not particularly care for.  Still, tastes have been changed before.
 It is lightly fragrant, with some ale tang and wheat.  Anyone expecting a truly black beer will be disappointed, as it comes out a definite brown.  It's a rusty red in the light but chocolatey in the shadows, with a fizzy off-white head.  I think I'm relieved that there isn't much licorice in the taste, although it's an interesting blend of planty flavors.  There's touch of coffee, covered by a grainier, grassier taste, and a bitterness riding the tail end the beer down the throat.  It's more like some of the German amber ales than the Belgian styles sessions, with very mellow flavors evoking meadows and summer afternoons.  It's bright enough for summer today, although not quite warm enough for some people I'd guess.


Supplier: Prost Chamberí!
Price: ~€3.30

Saturday, March 5, 2016

still chillin'

It must be the chill in the air, but a little kick of sugar along with the alcohol definitely called to me.  Brezo is a brown beer with honey, and a warm and friendly label...although it kind of looks like some creepy cartoon ghost if you just glance at it.  Too bad I didn't have this at Halloween.
The sweetness flows out from the glass right away, and I see it's another cidery colored beer.  It's toasty brown, and rather opaque.  I think I may detect some apple in the smell, but that could also be just because I expect it after looking at the beer in the glass.  The head is not especially abundant, beige-ish, delicately fizzy.  It has a warmly honeyed flavor, to be expected, with a tickle of bitterness on top.  It keeps its flavor nicely, perhaps losing some of the bitterness.  The sweetness does not become overwhelming, though.  Some sediment at the bottom makes a run for freedom when you get to the end, but it doesn't stir up any weirdness relating to the taste.
Yeah, a little thin on top

Supplier: Prost Chamberí!
Price: ~€3.30 (What is it with no receipt printers lately?)